Se refleja al principio en la filosofía de los
siglos IV y V particularmente por San Agustin. El afirmaba que la verdad
debia buscarse en el interior del hombre y no en el exterior. Consideraba que
las facultades del alma eran el entendimiento, la memoria y la voluntad: sus
funciones el conocimiento y el amor, y tenía un objeto doble: lo divino y lo
humano.
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