La idea de
un alma como ente sustancial residente en un cuerpo con capacidad
de existencia independiente comenzó a ser considerada a partir de
Pitágoras, al final del siglo V a.C. Platón desarrolló esta concepción,
distinguiendo en el alma las funciones nutritiva, sensitiva y racional, y
asignando el alma nutritiva a las plantas, la sensitiva a los animales y
la racional
a los hombres. Estas funciones representan una jerarquía evolutiva, pues
cada nivel superior incluye los inferiores. Pero con la aparición de la
racionalidad propia del hombre se introduce una fuente de conflictos con
el deseo, propio también de los animales.
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